Ese
te detesto o le detesto, es algo que en no pocas oportunidades se escucha,
producto en muchos casos por heridas recibidas en una discusión, las que quedan
marcadas en la mente de cada cual no solamente por eso, sino además, y esta es
la parte menos grata, por envidias, rivalidades, e incluso por suposiciones
inexistentes, las que hacen que el odio llegue a las mentes de los individuos
por medio de estas formas y de manera equivocada.
Odiar
no es bueno puesto que ello genera un cúmulo de emociones que se repiten y
repiten como un carrusel. Alguien contaba que vio en una ocasión a dos personas
que estaban reunidas en un restaurante cuando de un momento a otro una de ellas
se levantó llena de ira para agredir al mesero que era español. Su amigo se
volcó a contenerlo y cuando lo logro le preguntó: oye y a ti que pasa? Pues no
te diste cuenta? Estos españoles fueron los que en la colonización de América
se robaron el oro y nos quitaron las
mujeres. Hombre, pero sí eso sucedió hace más de quinientos años, como vas a
reaccionar así? Lo que pasa, le contesto el agresor, es que yo apenas me entere
de ello ayer.
Resentimiento
es tomarnos el veneno de la hiel que se desprende, por alguien a quién se odia,
pensando equivocadamente que la otra persona es quien se va a intoxicar, lo
cual no puede ser más equivocado ya que, quien lo lleva consigo, le toca, no
sólo cargar la dura maleta de sus propias dificultades, sino también, echarse
encima una carga emocional totalmente innecesaria.
Miami,
Julio 26 de 2014
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