Por: Ricardo Tribín
Acosta
Los
únicos que no cometen faltas son aquellos que no se arriesgan ni hacen nada y
están prácticamente anulados en vida. Este gran aserto recuerda nuestra
condición humana de seres imperfectos, susceptibles de equivocarnos, y por lo
tanto estamos expuestos a las críticas de los demás las que, como cosa rara no
faltan, sobre todo cuando se nos van las extremidades o mejor dicho, metemos la pata.
Juzgar
es bien fácil pues las personas en su mayoría prefieren ver la pajilla en el
ojo ajeno que la viga en el propio. Por eso, si cometemos errores, lo más
indicado será reconocerlos rápidamente, asumir las consecuencias derivadas de
ellos, e iniciar el proceso de mejora y de enmiendas de manera inmediata.
Eso
de estar juzgándonos con severidad no es sano, especialmente cuando nuestra
mente nos lleva a ser fiscales, jueces, y victimarios de nosotros mismos,
dejando poco margen al propio perdón el cual sicológicamente es una de las
armas más poderosas para echar para adelante, estando eso si en cada caso
dispuestos sinceramente a no reincidir en lo que ha generado diferentes tipos
de situaciones y problemas, adoptando actitudes que conduzcan a un cambio
positivo.
Miami,
Diciembre 13 de 2014
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